lunes, 20 de junio de 2011

Cumbres borrascosas

«Si todo pereciera y él se salvara, yo podría seguir existiendo; y si todo lo demás permaneciera y él fuera aniquilado, el universo entero se convertiría en un desconocido totalmente extraño para mí» —asentí, otra vez para mí misma—.
Comprendo a la perfección lo que ella quiere decir, y también sé sin la compañía de quién no puedo vivir.

Y ahí es donde se puede ver la diferencia entre nuestros sentimientos: si él estuviera en mi lugar y yo en el suyo, aunque le aborreciera con un odio que convirtiera mi vida en hiel, nunca habría levantado la mano contra él. ¡Puedes poner cara de incredulidad si quieres! Yo nunca podría haberle apartado de ella, al menos mientras ella lo hubiera querido así. Mas en el momento en que perdiera su estima, ¡le habría arrancado el corazón y me habría bebido su sangre! Sin embargo, hasta entonces, y si no me crees es que no me conoces, hasta entonces, ¡preferiría morir con certeza antes que tocarle un solo pelo de la cabeza!

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